David Michôd. Australia. 2010.
Debut del director autraliano David Michôd, con un thriller dramático sobre una familia de delincuentes en Melbourne.
‘J’ Cody (James Frecheville) es un chico de 17 años que se ve obligado a trasladarse a casa de su abuela tras la muerte de su madre. Allí, ha de convivir con sus 4 tíos, todos implicados en negocios ilegales. A ‘J’ no le queda otra que darse de bruces con la dureza y la violencia del mundo criminal de la Australia de finales de los años 80 en el que vive con sorprendente normalidad su familia. Esta violencia nos es servida sin más, está presente implícitamente. James Frecheville interpreta con una adecuada inexpresividad que sorprende, porque parece impasible a lo que le rodea, a pesar de llegar a ser el centro de una espiral dramática con final inesperado. Y Jacki Weaver asusta, en su papel de «madre de la mafia», defensora a toda costa de las acciones de sus chicos, a cualquier precio. Guy Pearce tiene un papel secundario en el lado bueno, pero no llega a lucirse.
Merecida sin duda cualquier alabanza. El primer largometraje de Michôd impacta y deja boquiabierto. En palabras suyas, «Animal Kingdom nace porque quería hacer una gran historia sobre el mundo del crimen y la delincuencia en Australia, una historia que pusiera de manifiesto cómo el crimen y la delincuencia se filtraban constantemente dentro de la sociedad y estaban siempre presente entre nosotros, a pesar de no darnos cuenta.»
PREMIOS:
2010: Festival de Sundance: Premio del jurado al mejor filme internacional en la categoría de drama.
2010: Premios Oscar: Nominación Mejor actriz secundaria (Jacki Weaver)
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No la he visto y suena bien! Además, la descripción me ha hecho pensar en la serie de FX Sons of Anarchy, también centrada en el ‘heredero’ de una familia metida en el crimen organizado (y los clubs de motociclismo) y con una brutal Madre de la Mafia (expresión que me apunto).
¿Tiene algún parecido con Gomorra? Es otra película que (al ser la adaptación de un libro de no ficción) cumple mucho con esto de la violencia servida sin más, como parte del paisaje de un colectivo social.